A la memoria de los entendidos
La historia del Frente de Liberación Homosexual (FLH) está tejida de gestores de la memoria, guardianes de archivos, vicios periodísticos, sanitización historiográfica, exotización artística y, cómo no, el reclamo exclusivo de una herencia. Un primer shade de este asunto vino del artista Jorge Gumier Maier, quien hacia 1985 postuló una analogía entre el FLH y la Difunda Correa, la actualización de una narrativa caracterizada por el sincretismo religioso en el que una madre persigue de modo martirizante a una milicia montonera en busca de su enamorado1. Correa muere en medio del desierto aunque su cuerpo en descomposición servirá de leche nutricia para la crianza que llevaba en brazos.
A cincuenta años de su creación bien podríamos rastrear quienes se han colgado de las tetas de la difunta FLH pero, mejor aún, ¿de qué modo podríamos beber de esta teta para sobrevivir? ¿Cómo tragar la leche de un muerto-viviente para un ahora igualmente en composición-descomposición? Tales preguntas, en algo así como un ejercicio de “metabolismo zombi”, me acompañarán en este escrito.
La desobediencia sexual y la debida conciencia de clase
De acuerdo a cierto modo de comprender la política, la primera organización sexual latinoamericana se desarrolló hacia 1967 a través de Nuestro Mundo, un microgrupo que podríamos caracterizar como de entendimiento reflexivo entre homosexuales. Sin embargo, tras la revuelta de Stonewall (1969), el impacto mediático tuvo su efecto y parece que los teléfonos sonaron en Buenos Aires. En agosto de 1971 integrantes de Nuestro Mundo junto a intelectuales se reunieron y formaron el Frente de Liberación Homosexual2. Desde un inicio, el Frente activó una referencia transnacional con otros Frentes de liberación que estaban teniendo lugar, especialmente, en el norte global.
Los años sesenta y setenta son los años de explosión de diversos puntos de subjetivación política, propio de los nuevos movimientos sociales (negros, estudiantiles, feministas, ecologistas, nueva izquierda y sí, de gays….) Estos movimientos, allí donde emergieron, compartieron buena parte de sus encuadres para la protesta: exigibilidad de derechos, anti-imperialismo y elaboración de aparatos conceptuales para denunciar jerarquías y opresiones no contempladas por el marxismo ni el psicoanálisis ortodoxo. Son los años de “toma de la palabra” de los subalternos y de “retorno de los saberes subyugados”, un ciclo de protestas mundiales inusitado. Son los años del “gay is power” y de reapropiación del triángulo rosa como símbolo afirmativo de la homosexualidad. Aunque han sido laboriosamente subestimadas, desde Buenos Aires, un grupo de locas, adiestradas en el atrevimiento, participaron de esta dinámica histórica.
El Frente de Liberación Homosexual de Argentina (FLH) fue un movimiento de disidencia sexual que operó entre 1971-1976 en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. El FLH se desenvolvió de modo descentralizado, sus manifestaciones se realizaron desde diferentes focos, y aunque propiciara la horizontalidad esto no impidió los disensos internos y la exaltación de militantes, tal es el caso de la señorita del tapado de piel sintética de color blanco, Néstor Perlongher. La composición del FLH variaba entre intelectuales, jóvenes universitarios, militantes de izquierda y artistas, un combo que tuvo sus desacuerdos estratégicos y núcleos básicos compartidos (la descriminalización y despatologización de la homosexualidad, cuyos principales perpetradores estaban representados en la policía azul y la de cuello blanco, tal le llamaban) El FLH pasó a la clandestinidad hacia 1975, tras la amenaza de la Alianza Anti-Comunista Argentina de exterminar a los homosexuales.
El FLH empleó mecanismos convencionales de manifestación pública, como las volanteadas, comunicados, la acción directa contra-enunciativa en conferencias públicas sobre (hetero)sexualidad, grafittis, banderazos y también un fanzine. Este artefacto polifónico se llamó Somos y contó con ocho ediciones. En tanto archivo, Somos puede servir para rastrear la efervescencia del Frente (momentos de radicalización de la protesta sexual), la no-linealidad entre postulados filosóficos-políticos así como el desgranamiento del mismo. Un pliegue interno, de reflexividad acerca de la condición homosexual (¿Qué es la homosexualidad? ¿Cómo pensar una liberación de la sexualidad? ¿Cómo politizar el sexo desde la revolución?) fue tematizado por el FLH y con probabilidad colaboró en la afirmación subjetiva de sus participantes, que combinaban reuniones de lecturas, escucha entre pares y las partis, fiestas maricas.
Podría afirmarse que entre la década del ´60 y ´70, el territorio latinoamericano estuvo atravesado por una intensificación del conflicto de clase en el cual la posibilidad de una revolución socialista no solo era deseable sino también realizable. El FLH no esquivó su interés por acercarse a organizaciones de izquierdas, lo que provocó fracturas internas de homosexuales moderados. Cabe mencionar aquí los coqueteos con el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), la agrupación político–armada Montoneros y la Juventud Peronista (JP). Los militantes del FLH aprovecharon la primavera democrática camporista, iniciada hacia 1973, para acercarse a la agrupación Montoneros y abrir la posibilidad de una democracia capaz de disolver los edictos policiales “antihomosexuales”, tal como les llamaban. Pero este intento fue ciertamente efímero y la represión a homosexuales, los “amorales”, continuó. Por su parte, la lectura de las izquierdas oscilaba en considerar a la homosexualidad como un exceso burgués y un cierre rectal propio del “Hombre Nuevo” sintetizada en un recordado cantico: “no somos putos, no somos faloperos, somos soldados de la FAR y montoneros”. No existieron posibilidades de escucha, una audibilidad político-sexual, pero es preciso indicar que el propio FLH tenía argumentos para explicar la eyección que recibieron.
Una coalición destacable fue la del MLH con dos experiencias pioneras del feminismo, la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF). Alrededor del mundo los microgrupos homosexuales, al igual que las feministas, politizaron el hogar como centro de explotación de trabajo doméstico no asalariado para las mujeres y reproducción de la moral burguesa heterocentrada. El FLH lo formulaba así: “El machismo es un fascismo de entrecasas”.
Cerca de la revolución: actos de incitación carnal
El FLH sabía que no estaba solo, mantenía correspondencia internacional con otras agrupaciones homónimas, pero su contexto local lo purgó, lo empujó a lo extemporáneo. Pasarán algunos años para que sea rescatado del olvido bajo encuadres que han pululado desde el liberalismo multiculturalista de la diversidad sexual hasta la antiesencialista civilización queer de vanguardia. Pero, ¿cuál era la política sexual del FLH? ¿Cuáles fueron sus postulados más persistentes? Una lectura transversal de Somos y el manifiesto Sexo y Revolución ponen de relieve el peso del freudomarxismo para interpretar la homosexualidad y ligar la liberación sexual a un programa revolucionario anticapitalista. La fórmula puede ser sintetizada de esta manera: no se trata de una política de la visibilidad (al estilo de una estabilidad identitaria que sale del clóset), sino de una política de la transparencia. Lo propio de la política del FLH era transparentar la homosexualidad considerada en estado latente en la sociedad. La homosexualidad era pensada como una práctica sexual no-reproductiva y por tanto anticapitalista. La homosexualidad – expresaba el FLH- era un problema de los heterosexuales, que la mantenían reprimida por las fuerzas del capitalismo que gestionan la circulación del esperma y el control del útero para la reproducción del “ejército de reserva” de mano de obra. El “libre ejercicio de la sexualidad” no era tanto habilitar una identidad homosexual en el espacio público como homosexualizar el mismo, pervertir el cuerpo de la revolución que aún anidaba una moral capitalista. El FLH tenía muy en claro que la formulación de una revolución político-económica no había cuestionado su ideología sexista. Esta defensa de la desobediencia sexual les valió el distanciamiento correctivo de las izquierdas heterosexuales, obsturó posibilidades de alianzas pero también alimentó la imaginación política. Por ejemplo, al interior del FLH, al igual que en otras regiones, se discutió si era conveniente presentar un “homosexual masculino” encorsetado en las convenciones de género, acaso de barba y sudor guevarista, para entablar alianzas y lograr simpatías. Pero no faltaron quienes defendieron a las maricas, a las locas, en su desplume, desconche, su afeminamiento, en su yire imparable, en su incitante atrevimiento3. La loca como la corrosiva carne viviente que anuncia un más allá de la heterosexualidad capitalista. Podría decirse que antepusieron la figura de la marica ante el capitalismo, descentrando esperanzadores sujetos de la revolución como el proletariado o la juventud.
El FLH interpretaba al cuerpo heterosexual como un cuerpo discapacitado, un cuerpo mutilado a través de la concentración de la sexualidad en los “genitales reproductivos” y por tanto incapacitado de formular un “orden nuevo”. En la revista Somos podemos encontrar una conjugación estética que incorpora citas de autoridad (Informe Kinsey, Kate Millet, Simone de Beauvoir, Robert Marcuse… ) recursos literarios (Paul Valery, Jean Gennet, Alejandra Pizarnik, Antonio Nigro…) y también el empleo de técnicas de collage y dibujos propios. Somos hacia suyas operaciones de animalidad, frutalidad e invocaciones de la fauna mítica para volver asequible el deseo homosexual. En tal zoo-antropoformismo son recurrentes las evocaciones a las mariposas, bombas selladas de corazones, canastas frutales, pájaros enjaulados (una directa alusión a la situación crítica de los pájaros, las maricas en la revolución cubana), rostros de rasgos míticos o contornos corporales en pleno placer. En uno de sus artículos oponen el “amor homosexual”, como un amor que se reproduce a sí mismo, en contraste con el “amor paqui” (fábrica de mano de obra, heterosexualidad compulsiva y explotación femenina) que reproduce al capital4.
En esta interpretación del antagonismo, el FLH llamaba a reorganizarse para el placer ante la “normalidad paqui” (sic). Se trataba de una «militancia del deseo» al decir de Marcelo Bénitez, uno de sus exintegrantes. Esta militancia del deseo era la de “liberar al homosexual que lleva cada uno dentro” (sic), el derecho a disponer libremente el cuerpo y la posibilidad de abrir otras zonas erógenas. El FLH no era un grupo estrictamente para los homosexuales sino más bien un grupo animado en fundirse en el “pueblo” contra el capitalismo imperialista. Un pueblo que, entendían, necesitaba de una liberación sexual. En una portada de Somos se puede apreciar el collage de una mariposa resistiendo al águila imperialista, una muy buena síntesis artística de estas operaciones de menudeo por las culturas políticas y alternativas revolucionarias de los setenta5.
No resulta gratuito que los registros fotográficos del FLH más difundidos sean, por un lado, una respetable y varonil participación en apoyo al peronismo, “para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”. Por otro, dos homosexuales encapuchados bajo un cartel de “poder homosexual”, empuñando la mano de la solidaridad internacional y con cierta agitación subversiva-clandestina. A tales retratos agregaría un tercero, presente en la revista Somos, se trata del plano angular de una tetera caracterizada con sombras, graffitis, dibujos de pijas, mugre y paredes decoradas con un rococó escatológico. La tetera era presentada aquí como una atmósfera festiva y capaz de activar sensorialmente al espectador6.
Defunción, difusión, degustación
En marzo de 1976 un nuevo golpe cívico–militar acentuará el terror de Estado y derivará en la autodisolución del Frente. Para algunas de sus integrantes el FLH fracasó en sus términos y en sus intentos7. Pero, durante los años ochenta, la Comunidad de Homosexuales de Argentina (CHA) de Buenos Aires, el Movimiento de Liberación Homosexual (MLH) de Rosario y Somos de São Paulo palparon al muerto-viviente y aprendieron que las locas podían organizarse, conspirar, respirar juntas.
Ese espacio sexodesobediente del FLH, de incitación carnal amoral e invertida, nunca se agotó. Sobrevivió mediante tartamudeos, memorias subterráneas, reclamos de autenticidad sucesoria y saboreos bífidos. Acá estamos, cincuenta años después, catando su leche nutricia.
Probar del FLH no tanto para tomar el Palacio de Invierno como para acariciar la puerta de alguna tetera. Fifarse con el pueblo. Fifar “la” revolución. Hacer del sexo, ese fifar revolucionario, un operador para la mutación del viviente.
Imposible no viciarse con este conjuro.
1.Consúltese «Entre el ‘souvenir’ y el devenir», de Jorge Gumier Maier. Nota introductoria de Mariano López Seoane. Moléculas Malucas, marzo de 2021. Disponible en: https://www.moleculasmalucas.com/post/entre-el-souvenir-y-el-devenir-de-jorge-gumier-maier
2.El FLH estuvo integrado por Nuestro Mundo, Bandera Negra,Emanuel, Safo, Homosexuales Católicos, Alborada, Triángulo Rosa, Profesionales y Eros. Son muchos los nombres que circularon por el mismo: Hector Anabitarte, Juan José Sebrelli, Fuad Zahra, Juan José Hernández, Manuel Puig, Blas Matamoro, Ruth Mary Kelly, Néstor Perlongher, Marcelo Bénitez, Alejandro Jockl, Nestor Latrónico, Jorge Giacosa….Conviene subrayar que el FLH, en tanto actor colectivo, utilizó el anonimato y seudónimos cambiantes en todas sus intervenciones. Tal quiebre del “Autor”volvía al FLH un personaje conceptual en un contexto altamente estigmatizante y de represión heterosexista.
3.“Yire” refiere aquí al menudeo con fines de placer sexual, al cruising.
4.“Paqui”, en el argot homosexual de la época, hace referencia peyorativa a los varones heterosexuales. Es un apócope de “paquidermo”, los mamíferos de piel gruesa (posibles asociaciones a lo rústico, lo jurásico, lo agresivo). El FLH impulsó una lectura política en la cual no era posible analizar la sociedad sin reconocer la función de la heterosexualidad obligatoria, la cual tiene por referentes privilegiados a los “paquis”.
5.Profundizo este punto en “Políticas homosexuales en la Argentina reciente (1970-1990s)” Interdisciplina 5, n° 11 (enero–abril 2017): 109-126. Universidad Nacional Autónoma de México. Disponible en: http://www.revistas.unam.mx/index.php/inter/article/view/61329
6.Teteras es también un argot homosexual que hace referencia a una particular apropiación sexual de la ciudad, especialmente baños públicos, terrenos baldíos, plazas, parques, colectivos, vagones de tren, etc.
7.Consúltese Perlonger, Néstor, Papeles insumisos. Buenos Aires: Santiago Arcos, 2004. Jockl, Alejandro. Ahora, los gays. Buenos Aires: La Pluma, 1984. Benítez, Marcelo, «Semblanza política de Perlongher.» Revista Confidencial Argentina, 2, Buenos Aires:1992. Sebrelli, Juan José. Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades. Buenos Aires: Sudamericana, 1997